LOS
ALIADOS DE LA NEGLIGENCIA
Por
increíble que parezca en la actualidad, se sabe que el Titivillus fue un
demonio que inducía a cometer errores en los escritores y, posteriormente, en
las imprentas. Los errores inducidos o hallados por Titivillus eran
introducidos en el saco que portaba a su espalda. Todas las noches Titivillus
llevaba el saco al infierno y allí los errores se anotaban en un libro para ser
reclamados a los monjes escribanos y a los cajistas de las imprentas que los
habían cometido en el Juicio Final.
En
las primeras etapas de la historia del libro, Titivillus hizo de las suyas y
amasó una tremenda reputación pues, recordemos, al no existir un sistema de
reproducción mecánica los libros eran transcritos de uno en uno por escribas.
Las largas jornadas, la poca luz y la dedicación constante a una misma tarea
hacía que los escribas tuvieran errores. Estos errores fueron adjudicados a
Titivillus pues la explicación más congruente fue que los errores eran
susurrados e influidos por una fuerza demoníaca para ganar almas para Lucifer.
Se
le suele representar con un saco o una pila de libros sobre su espalda y se
decía que entraba en los monasterios y hogares de copistas para recoger errores
cometidos por estos en los textos sagrados.
Los guardaba en su bolsa para luego llevarlos al infierno, donde
quedaban registrados como prueba de mala devoción cristiana. Más tarde, en el
Día del Juicio Final, serían reclamados a los monjes escribanos y a los
cajistas responsables. Y no solo eso, en el Medievo se le culpaba más de un
montón de cosas: los errores durante las misas y el servicio religioso, la mala
pronunciación, el tartamudeo, la falta de atención y la charla ociosa.
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